“Las chicas buenas van al cielo, las malas a cualquier parte”

“Las chicas buenas van al cielo, las malas a cualquier parte”

Jue, 22/10/2020 - 13:00
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La mujer que pronunció esta notable frase falleció, a causa de varias embolias, a los 88 años, en su apartamento de Hollywood, el 22 de noviembre de 1980. Era Mary Jane West, más conocida como Mae West, actriz, cantante, comediante, guionista y dramaturga estadounidense.

Fue un sex symbol de los años veinte y treinta. Se caracterizó por su gran ironía y sus curvas sinuosas que exhibía en poses lánguidas y provocativas. Su estilo escandalizó a los puritanos en una época gris de un Estados Unidos que atravesaba por la Ley seca y la Gran Depresión. Fue maestra del doble sentido y conocida por sus frases picantes.

«Cuando soy buena, soy muy buena; cuando soy mala, soy mejor».

Su padre era un boxeador de origen irlandés que tuvo varios oficios, gestionó una cuadra de caballos para carruajes y montó una agencia de detectives privados. La madre era una modelo de corsetería. Por los ambientes en que se movían sus padres, ella se habituó, desde pequeña, a observar y escuchar a hombres de malos modales, lo que contribuyó a forjar su carácter descarado y su habilidad para escribir diálogos chispeantes al gusto del público de clase trabajadora que llenaba los teatros.

 

« Me gustaría hacer todo el día lo que hago toda la noche».

Debutó en el teatro amateur a los 7 años.  Actuó en obras y revistas ajenas hasta que decidió ser ella misma la autora de los textos, convirtiéndose así en la primera estrella del espectáculo responsable absoluta de cuanto se hiciera y dijera en él. Desde su primera obra teatral, significativamente titulada Sex, estrenada en 1926, se dedicó a propagar la necesidad de una libertad total en las relaciones sexuales, fueran del tipo que fueran. En 1927 fue detenida y condenada a diez días de cárcel por «corromper a la juventud» con su exitosa obra debut. La actriz descartó pagar una multa para eludir la prisión, pero no por falta de dinero sino para explotar la noticia con fines publicitarios. Se presentó en la puerta de la cárcel a bordo de una limusina llena de rosas, causando sensación entre los periodistas y durante su internamiento alardeó de vestir medias de seda en lugar de la austera ropa de presidiaria. Por buen comportamiento, salió de la cárcel dos días antes de lo previsto y concedió una entrevista exclusiva por la que cobró mil dólares de la época. Este tipo de peripecias consagraron a West como una «chica mala», con salidas de tono prohibidas para las figuras del star-system de Hollywood, las cuales estaban obligadas, por contrato, a mantener una intachable imagen pública.

Su siguiente proyecto teatral fue The Drag, alusivo a la homosexualidad. Anunció su montaje en Nueva York, pero una asociación local (Sociedad para la supresión del vicio) logró impedirlo.

 

«Aquellos que son escandalizados, deberían serlo con más frecuencia».

El éxito de la comedia teatral Diamond Lil (1928) abrió a Mae West las puertas del cine de Hollywood: fichó por la Paramount en 1932. Salvó a esta compañía de la bancarrota al recaudar con su primera película, Night After Night, más de dos millones de dólares en apenas tres meses.

La actriz tenía entonces 40 años. Una edad madura para una estrella debutante, pero West no interpretaba a jovencitas ingenuas, sino a mujeres liberadas con mucha experiencia a sus espaldas. Físicamente, no encajaba en el prototipo de estrella pues sus facciones no eran muy bellas, resultaba demasiado curvilínea para la época y apenas medía 1,50 de estatura, pero redefinió su aspecto con una estética exuberante. Se tiñó el pelo de rubio platinado, lucía ropa muy ceñida, realzaba sus pequeños ojos con pestañas postizas y usaba tacones de 15 centímetros que la obligaban a caminar con su vaivén característico.

Ya en 1935, Mae West era la mujer mejor pagada de Estados Unidos, solo le superaba en salario el magnate William Randolph Hearst.

Sin embargo, se ganó las iras de hipócritas y timoratos que la amenazaron y persiguieron hasta conseguir, al borde de los años cuarenta, que los estudios de Hollywood la despidieran, impidiéndole hacer más cine. No eran tolerables películas; que se reían de los valores morales establecidos.

 

«El sexo, en cualquiera de sus vertientes, no molesta a nadie. Las guerras, en cambio sí».

Mae West regresó a sus orígenes profesionales: los espectáculos de variedades en vivo. Mantuvo una enorme popularidad en los años 50 y 60, y recibió guiones tentadores para volver al cine, pero los rechazó. Con motivo de un espectáculo suyo en 1949, el diario The New York Times afirmó: «Mae West es una institución americana. Como el pato Donald, el barrio de Chinatown y la tumba del presidente Grant, hay que verla al menos una vez en la vida». Ya no podemos cumplir con el mandato del periódico, pero quedan sus películas que son portadoras de su espíritu provocador y libertario.