Ciertamente, tienen su mérito la graciosa “Los dioses deben estar locos” (dirigida por Jamie Uys), la aterradora “Estados alterados” (Ken Russell) y/o la taquillera “La laguna azul” (Randal Kleiser), pero de allí a pretender que fueron “las mejores”, hay trecho.
La obra no sorprendió a nadie ya que estaba muy en la línea de las creaciones del autor. Miró uso los colores más habituales de su producción artística, pero con un mayor protagonismo del rojo y el amarillo por su vinculación al país anfitrión.
«Cuando soy buena, soy muy buena; cuando soy mala, soy mejor».
El crimen conmocionó al mundo. No sólo por la relevancia y juventud del artista cobardemente asesinado -John Lennon acababa de cumplir 40 años-, sino por la inexistencia de un motivo de peso para la ejecución de tan desquiciada faena.
Los nacionales quedaron en cuarto lugar. Y si lo deportivo fue notable, el fenómeno social también se recuerda como algo potente y fuera de lo común.
Múnich, 1972. El debut olímpico de Viren fue en la prueba de los 10 mil metros. Lo que ocurrió jamás será olvidado. En la final, el larguirucho, de barba rala y gesto hosco corría con soltura, integrando el grupo de avanzada. En la vuelta número doce (más o menos la mitad de la carrera), el europeo tropieza y cae, los punteros se alejan, todo parece perdido. Pero Lasse Viren se levanta, sigue corriendo y empieza a escalar puestos hasta colocarse, otra vez, a la cabeza y ganar la prueba. Medalla de oro, con un tiempo de 27.38.4. ¡Nuevo récord del mundo!
Contradicción número uno: lo que más amó fue lo que lo mató.
La aplastante victoria del conservador fue, sobre todo, consecuencia de la crisis económica que afectó el nivel de vida de los ciudadanos de ese país y, en menor medida, del desencanto ante la falta de liderazgo de Carter en un mundo internacional convulsionado.
El aspirante republicano ganó a Carter en todas las regiones del país y logró la mayoría de los votos en la totalidad de las capas sociales y profesionales, con exclusión de la minoría negra.
