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El thriller histórico de Eco, su debut en la ficción, ambienta en la Edad Media una serie de asesinatos en una abadía italiana y las investigaciones realizadas por Guillermo de Baskerville. La novela “El nombre de la rosa” fue llevada al cine en 1986, con las actuaciones de Sean Connery, Christian Slater y, entre otros, la chilena Valentina Vargas.

Bonzo era un músico de una impresionante presencia física, un baterista potente y de una resistencia casi sobrehumana en sus actuaciones. A todo lo anterior se sumaba una extravagante espectacularidad. A su batería Ludwig de cinco cuerpos, añadía congas, dos timbales orquestales y un gong sinfónico al que prendía fuego cerca del final de cada concierto. El clima tan personal que creaba Led Zeppelin era, en buena parte, gracias a ese gran sonido pesado que producía la batería.

El guerrillero argentino Enrique Haroldo Gorriarán Merlo había luchado en las filas del sandinismo contra el dictador. Seis meses antes de la emboscada fatal, comenzó a planear el ataque. Se cuidó hasta el más mínimo detalle. Alquilaron varias casas, para esconder armas, para usar como refugios y para vigilancia. Ingresaron a Paraguay un lanzacohetes RPG-2, un fusil M-16, varias ametralladoras Ingram y pistolas. Estudiaron los itinerarios y las rutas que usaba Somoza. Incluso, compraron un quiosco ubicado a 250 metros del lugar señalado para el atentado.

El partido se jugó el 18 de septiembre de 1980. El día más chileno, el de las Fiestas Patrias.

El partido se jugó en Mendoza, en el estadio Malvinas Argentinas, la plaza que dos años antes nos había esperado para el Mundial de Argentina 1978, y al que -Perú mediante, gol de Muñante mediante- no pudimos llegar.

Lo cierto es que no vi El Resplandor en 1980, año de su estreno. Primero, porque era chico, y si bien la producción fue calificada en Chile para mayores de 14 años, y yo justo los tenía, entró a tallar un segundo motivo: era miedoso. ¿Para qué ir al cine a sufrir?, es una consigna que mantengo hasta hoy. No me gustan las películas de terror.

Hacía frío ese domingo 1 de junio de 1980, a las 5 de la mañana. El despertador había sonado hace un rato y el chileno aficionado al deporte, con un té o un café hirviendo sobre la mesa, estaba sentado frente al televisor a colores. La escena se repetía en las casas vecinas, donde otros de su condición encendían una tele.

Los arrestos y detenciones comenzaron tres semanas antes, en la capital y otras ciudades del país, tras el anuncio hecho por el Gobierno del general Pinochet de realizar una consulta popular el 11 de septiembre.